Enero de 2012
Llegué tras la promesa de un trabajo.
En mi pueblo, de calles de tierra y poca gente no encuentro nada para hacer que
me permita ganar lo suficiente para mantener a Juanita y Martín. Así que me resigné
y los dejé con mi vieja por un tiempo, me vine a la capital de la provincia. La
señora Marcia me aseguró que acá iba a conseguir trabajo. Que ella me iba a dar
un cuartito en su casa y comida gratis hasta que yo cobre mi primer sueldo y se
lo pueda devolver. Bien que me endulzó los oídos con la cantinela de “laburo
rápido y sencillo”. Pero ni bien me bajé del colectivo con mi bolsito azul en
el que sólo traje algo de ropa y mi documento, las cosas cambiaron. Me trajo a
su casa, sí. Pero me sacó el documento y me encerró, diciéndome que espere
instrucciones. Tengo un poco de miedo.
Febrero de 2012
La señora Marcia me ayudó a ponerme
presentable: me tiñó el pelo de rubio… ¡rubia, yo, con la cara de india que
tengo, quién lo hubiera dicho! Y me trajo unas lentes de contacto celestes para
que use todos los días.