22 de octubre de 2013

La incubadora

Enero de 2012
Llegué tras la promesa de un trabajo. En mi pueblo, de calles de tierra y poca gente no encuentro nada para hacer que me permita ganar lo suficiente para mantener a Juanita y Martín. Así que me resigné y los dejé con mi vieja por un tiempo, me vine a la capital de la provincia. La señora Marcia me aseguró que acá iba a conseguir trabajo. Que ella me iba a dar un cuartito en su casa y comida gratis hasta que yo cobre mi primer sueldo y se lo pueda devolver. Bien que me endulzó los oídos con la cantinela de “laburo rápido y sencillo”. Pero ni bien me bajé del colectivo con mi bolsito azul en el que sólo traje algo de ropa y mi documento, las cosas cambiaron. Me trajo a su casa, sí. Pero me sacó el documento y me encerró, diciéndome que espere instrucciones. Tengo un poco de miedo.

Febrero de 2012
La señora Marcia me ayudó a ponerme presentable: me tiñó el pelo de rubio… ¡rubia, yo, con la cara de india que tengo, quién lo hubiera dicho! Y me trajo unas lentes de contacto celestes para que use todos los días.
Son bastantes molestas pero me veo muy pero muy bonita. Además me estoy alimentando bastante bien y eso me vino bien: mis caderas y mis pechos ahora tienen algo de carne, casi pulposa dirían los muchachos del pueblo, si me vieran.
Extraño a los chicos, pero la señora dice que mejor no los llame para que no se pongan tristes. Así que me las aguanto, ella sabe más sobre estas cosas.
Mañana empiezo a trabajar en el bar de doña Marcia, no sé bien si se de cajera o de camarera. Recién me trajo el uniforme, un vestido bastante provocativo. Espero que tenga que hacer de camarera, con las cuentas no me llevo muy bien, es que sólo pude terminar la primaria. Ojalá pueda hacer algo de plata rápido así se la mando a mi mamá y ayudo un poco con los gastos.

Marzo de 2012
No era ni de camarera ni de cajera. Estoy trabajando de puta. Me da vergüenza hasta escribirlo. Todas las noches, doña Marcia me lleva en su auto hasta el bar, que no es un bar. Es un cabaret, lo que pasa es que en mi pueblito ni siquiera sabía que estos negocios existen. Tengo que pasearme con mi vestido rojo ajustado y mis labios más rojos todavía, siempre sonriente, entre las mesas de los parroquianos. A veces alguno me paga un trago y le hago compañía en la mesa. Y si les gusto de verdad, me llevan a uno de los cuartos con sábanas sucias que están en el primer piso y ahí pasa lo que tiene que pasar. La primera vez peleé como una leona con el cliente y el muy bruto se pensó que era parte del juego. Y terminé vomitando al lado de la cama. Esa noche, la señora Marcia me pegó dos cachetadas y me explicó bien clarito cómo era la cuestión. Sin plata, sin documento, sin alguien que me ayude a escaparme de su vigilancia, no puedo ir lejos. Y la policía la cubre, hasta algunos de los oficiales son clientes de esta mierda. ¡Qué asco que tengo!

Abril de 2012
Estas últimas semanas estuve muy mal. Durante el día vivo encerrada, mirando tele, pintándome las uñas o dejando que me tiñan el pelo o simplemente tirada en la cama, pensando en mis hijitos. No sé qué es mejor, si escapar y volver a mi pueblo y contarle a mi familia tanta degradación, o quedarme acá para siempre dejándome tratar como un pedazo de carne.
Empecé a fumar y como lloro mucho, la señora Marcia empezó a darme unas pastillas para que esté más tranquila así que la mitad del tiempo ando dopada.
Durante las noches, la pesadilla siempre es la misma. Manos que no quiero que me toquen, cuerpos sudorosos, gritos salvajes, olor a alcohol, tabaco y sexo. Todo es violento y asqueante. Sigo sin documento y sin dinero, no tengo escapatoria ni futuro. Quisiera morirme.

Mayo de 2012
Estoy preocupada. A lo indigno de mi situación se agregó un miedo terrible, inconfesable. Hace veinte días que no me viene la menstruación. Y en uno de mis momentos de lucidez, cuando me di cuenta de esto, me agarró el pánico. Claro, hombre tras hombre usando mi cuerpo y sin tomar ninguna precaución. Todas las noches soy violada vez tras vez, lo más probable es que tenga un hijo adentro. Un hijo de alguna de estas bestias que no saben conseguir sexo sin pagar. Si esto se confirma, no sé que va a ser de mí.

Junio de 2012
Y sí, estoy embarazada, nomás. Cuando se lo dije a la señora se enojó mucho. La escuché decir que ya no le voy a servir más. “Una negrita preñada no es negocio, encargate”, le dijo a Juan, el gordo que cuida la puerta del cabaret y que se encarga de desarmar las peleas que provocan los clientes más borrachos. Así que Juan me subió a la parte de atrás de la camioneta, con mi bolsito azul a cuestas, y me llevó con los ojos vendados hasta el medio de la ruta, donde me dejó tirada. Un colectivero que pasaba por allí, me vio y se apiadó, y me llevó hasta un hospital. Siento que ya no soy una persona. Soy una cosa.

Julio de 2012
Vinieron a verme unos doctores muy serios que me revisaron y algunos policías que me tomaron declaración. Mucho no les pude decir porque cada vez que iba de la casa de la señora al cabaret, me vendaban los ojos. Además, me da miedo contar demasiados detalles, doña Marcia es una mujer peligrosa.
Cada revisación médica que me hacen parece una nueva violación. Me meten los dedos, hurgan, hablan entre ellos como si yo no estuviera. Me dijeron que si el bebé es producto de una violación, la ley me ampara para que aborte. No es producto de una violación, es fruto de mil violaciones, odio a ese bebé, me lo quiero sacar. Les dije eso, que me lo saquen, que me curen, que me limpien, que me dejen vacía así puedo volver a mi casa y a mis hijos un poco más tranquila.

01 de Agosto de 2012
Recién vino el jefe de los doctores y me dijo que el juez autorizó el aborto. Me da un poco de pena el bebito pero casi todo el tiempo lo odio. Odio mi cuerpo, odio tenerlo adentro, odio pensar en su cara, en todos los posibles padres que pasaron por mi cuerpo. En dos días me van a operar y se termina la historia. Después quieren que me trate con una psicóloga para que no tenga traumas y no sé qué otras historias. No pienso hacerlo. Ni bien me pueda parar, agarro mi bolsito y me vuelvo para casa, aunque sea caminando. Inventaré alguna historia, no puedo contar todo lo que me pasó. Y me voy a fregar pisos y baños ajenos para mantener a mis hijos. No nací para sueños de progreso.

02 de Agosto de 2012
Vino a verme un cura e intentó convencerme de que no aborte. Me tiró todo un discurso sobre el derecho a la vida, sobre Dios y sus criaturas, sobre el cargo de conciencia que voy a tener por ser una asesina. Me hizo llorar y sentirme culpable. Y como me mantuve firme en mi decisión me aseguró que la Iglesia va a mover todo su poder para que yo no aborte. Terminé histérica, llorando a los gritos y preguntándole donde estaba Dios cuando me secuestraron, me violaron y me hicieron todo lo que me hicieron. Se fue enfurruñado, enfundado en su sotana y moviendo el crucifijo como si quisiera exorcizarme. Tuvo que venir una enfermera a calmarme y darme una pastilla para que pueda pasar la noche.

03 de Agosto de 2012
Hoy iba a ser el día de la operación pero la cancelaron. El cura maldito que vino a visitarme presentó un recurso de amparo para evitar el aborto y un juez ultra católico decidió que no puedo hacerlo, que la vida del bebé debe ser resguardada en mi cuerpo hasta su nacimiento y que después, si no lo quiero, lo dé en adopción. Soy una incubadora, una máquina en la cual tiene que crecer este feto al que cada vez odio más. Al final soy secuestrada, obligada a trabajar de puta, violada, embarazada, y en lugar de ser la víctima y ayudarme, me condenan a seguir sufriendo. Lo tengo decidido: cuando la enfermera se distraiga, agarro un bisturí y me corto las venas. Total, después de tanto tiempo, mis hijitos ya deben estar acostumbrados a vivir sin mí. Y antes de seguir sufriendo prefiero morirme.

Nota del editor: El presente relato es un fragmento del diario íntimo escrito por Sandra Juárez, víctima de la trata de blancas, violada y embarazada en la provincia de Santiago del Estero. Ante la negativa judicial para proseguir con su aborto, la mencionada se suicidó en el nosocomio donde se hallaba internada. Hasta el momento, la Justicia no ha obtenido datos sobre la red mafiosa que la secuestró y la obligó a prostituirse, hallándose la investigación bajo el secreto de sumario.

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