Todos los años pasaba lo mismo: se
acercaba el invierno y el miedo se apoderaba de todos nosotros. Sabíamos que
cuando los días comenzaban a acortarse y las noches a estirarse, era mayor la
probabilidad de que “ella” apareciera.
“Ella” era conocida como la llorona y
era titular indiscutido de los diarios locales, temporada tras temporada.
Titular de los diario y eje de cada charla entre los habitantes del pueblo;
nadie sabía quien era, todos elucubraban alguna teoría y hasta algunos negaban
su existencia y se mofaban del resto. Pero la llorona era bien real, claro que
sí.
Las historias y rumores se
entremezclaban y las versiones sobre sus características y su accionar eran
diversas. Si uno escuchaba con cuidado lograba hacerse una idea bastante
precisa sobre este personaje: persona al fin, no sabíamos de que sexo ya que
siempre aparecía tapado con una especie de sábana blanca. Su forma de
comportarse era extraña: en algunas ocasiones sólo se paraba ante las ventanas
de los dormitorios de los vecinos y gemía y lloraba su penar, de allí el origen
de su apodo.